El cura español
que salvó a 22.000 personas
EN LAS
MATANZAS DE LA REPÚBLICA CENTROAFRICANA
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"ELCONFIDENCIAL.COM" la noticia que se refiere a un salesiano español, AGUSTÍN CUEVAS
En el recinto de la iglesia de Saint Jean Bosco, en un
humildísimo barrio de Bangui, un millar de personas subsiste a duras penas
desde hace siete meses. Los salesianos son su escudo, su salvación. El padre
Agustín Cuevas, un religioso español de casi 70 años, cobija en su comunidad a
estos desplazados por las matanzas en la República Centroafricana. En
ella han llegado a hacinarse 22.000 personas.
En Bangui, la capital de la República Centroafricana, robar
un teléfono puede equivaler a una muerte atroz a manos de una multitud
enfurecida. Agustín Cuevas, un religioso español que pronto
cumplirá 70 años, ha tenido que interponerse más de una vez ante una
turba que pretendía ajusticiar a una persona por motivos tan banales
como ese. Así sucedió con una adolescente discapacitada psíquica que sustrajo
un móvil y un poco de dinero, quizás sin saber siquiera lo que hacía;
seguramente hoy estaría muerta de no ser por este misionero que desde hace 42
años recorre la castigada tierra de África.
En el recinto de la iglesia de Saint Jean Bosco, en el
humildísimo barrio de Galabadja en Bangui, un millar de personas
subsiste a duras penas desde hace siete meses protegidos por la comunidad de
salesianos a la que pertenece este religioso conquense, que recaló en
Centroáfrica hace tres años tras vivir en varios países del continente. La
mayoría de estos desplazados son mujeres y niños que llegaron
huyendo de la violencia “ciega y gratuita”, dice Cuevas, que estalló en la
capital centroafricana el pasado 5 de diciembre.
‘Hay también gente muy buena, gente pobre del barrio que
da 6 euros que le hacen mucha falta para ayudar a los desplazados. Lo que pasa
es que la violencia es muy ruidosa, mientras que la bondad pasa inadvertida
porque no hace ruido’, cuenta el sacerdoteSin tener a quien recurrir, con
un ejército en desbandada y atrapados en el fuego
cruzado de dos brutales grupos armados, los Seleka y los Antibalaka, muchas
personas se refugiaron entonces en lugares de culto. En Galabadja
llamaron a la puerta de la comunidad de salesianos, que desde hace años se
ha esforzado en levantar un pequeño oasis de servicios, incluidos una escuela y
un dispensario de salud, en este vecindario olvidado.
Los desplazados que hoy siguen en el recinto de la iglesia
no fueron los únicos. En los edificios y las explanadas del complejo llegaron
a hacinarse 22.000 personas que dormían amontonadas “en los bancos y en el
suelo de la iglesia”, mientras fuera el ruido de los disparos y las
explosiones de granadas y proyectiles de morteros no cesaba, cuenta el párroco
a El Confidencial.