GRACIAS POR PERMITIRNOS PLASMAR ESTA BELLA DESCRIPCIÓN
Pero ¡era tan hermosa esta tierra…! Aquella conjunción perfecta, en las rías, de tierra y mar; las barquichuelas, meciéndose, indecisas, en un trémulo oleaje de caricias y vaivenes, junto al muelle; los valles apacibles, de un verde tierno y luminoso de prados, de viñedos y maizales; los montes risueños, cuajados de pinares y de tojos, horadados por frescas torrenteras imprevistas, surcadas de carreiros y caminos desiguales; las casitas blancas, al borde de las playas o emergiendo de los pinos; los cruceros, hitos perennes de fe en las encrucijadas y caminos; la infinita melancolía romántica del atardecer, con el sol prendido sobre la ría, en un incendio de jirones de nubes y destellos de agua, hundiendo en el horizonte su yema grande, entre rojiza y amarilla; la brisa y la bruma; la feria, la gaita y la muñeira; las gentes y el vino; los hórreos, las vaquillas, las carretas…
Amplio,
alargado, moderno, todo un bloque de granito, asoma, en un recodo sinuoso de la
carretera, el edificio del colegio, enclavado en el valle del Salnés, inmerso
entre viñas y pinares, con apariencia de hotel, apartado de la urbe y del
bullicio, austero y elegante. En franca desventaja, a su lado, oculto por un
tapial a los transeúntes de la carretera, lo que había sido el eje del pazo que
se extiende en derredor: la casa solariega, con sus viviendas y graneros, su
bodega y su lagar, su capilla, sus blasones y escudos a la entrada. Separado
por unas escaleras, al amparo de naranjos silvestres, como síntesis más neta de
las esencias del pazo, está el hórreo, que llama de inmediato la atención.
Más
abajo, cruzando una maraña de pasillos enmirtados, el lugar de solaz y de
descanso de los antiguos dueños; un rincón incomparable de quietud y de
silencio, un boscaje tupido de magnolias olorosas, mesas y bancos de piedra,
jardines y fuentes. En las copas espesas de las magnolias hay una algarabía
festiva de pajarillos traviesos. Son el resto huertas, maizales y emparrados de
viñedo. Todo es donación altruista de una dama a quien se conoce como «la mamá
del Seminario». (Capítulo VI de mi novela "Alborada y ocaso")
Virgilio
Rubio
No hay comentarios:
Publicar un comentario