De los dos años que estuve en Llaranes con él colaborando con sus
grupos Scouts y, años después también con Alegría, participando en varios
Campamentos de verano, no puedo olvidar las máximas que inculcaba a los chicos.
Sabemos que no era de grandes discursos, pero lo que decía iba siempre "al
grano" de forma sencilla, pero con la fuerza y seguridad de quien
está convencido de ello, porque lo cree y lo vive.
Todas
las actividades las organizaba con tiempo y, aunque preparaba fenomenal a sus
monitores, supervisaba su desarrollo a una distancia prudencial. Me admiraba
cómo captaba con una mirada rapidísima a un lado y otro el estado de cada uno o
si había surgido alguna cosilla que mejorar al día siguiente. En las
puestas en común de la noche comprobábamos que se había enterado
prácticamente de todo.
El
"saludo scout", en el que el dedo pulgar se coloca sobre el meñique,
simbolizando que el fuerte debe ayudar al débil, lo hacía presente sin citarlo
en esas revisiones nocturnas, por lo que pedía mayor atención a las necesidades
de cualquiera. (Mateo 25:40, "En verdad os digo que cuanto hicísteis
...")
Y
el otro gran principio que inculcó Juan fue el de dejar un poco mejor
de lo que lo hemos encontrado el entorno que nos ha tocado
vivir.
A
lo largo de su vida, con su manera de ser sencilla y unas ideas muy
claras, ha demostrado ser un gran líder y dejado una profunda huella.
Muestra de ello, la cantidad de personas que asistimos a la misa en la
Parroquia de LLaranes: La nave y el crucero son muy amplios y estaban a
rebosar, pudiendo calcular entre 1.300-1.500 personas, concelebrando unos
40 sacerdotes entre Salesianos y curas de la Diócesis. Y si tenemos en cuenta las personas
que no han podido asistir, pero que también han estado muy presentes como
algunos de vosotros, está claro que Juanito nos había conquistado el corazón.
Una
oración por él y un abrazo a todos.